domingo, 14 de agosto de 2011

INTERNACIONALES

NUEVA YORK.- Un sonido áspero, constante y elevado, que no llega a ser ensordecedor, emana a casi toda hora detrás del alambrado cubierto que rodea lo que fue el epicentro del peor atentado terrorista de la historia. Es el ruido de las máquinas que preparan cemento, las grúas y los miles de obreros que trabajan día y noche en la reconstrucción de un sitio sagrado para muchos, que luego de años de discusiones, retrasos y batallas burocráticas renace de sus cenizas.

A poco de cumplirse diez años de los atentados del 11 de Septiembre, poco a poco, el dolor y el duelo que signaron a Ground Zero ceden ante un nuevo paradigma: el resurgimiento de un lugar que prospera y se prepara para reclamar su espacio en el ajetreado ritmo diario de Nueva York, con la aspiración de ser un nuevo epicentro de negocios, cargado de memoria, pero también de vida.

Tras una década de esfuerzos, el próximo 11 de septiembre será inaugurado el monumento erigido en honor a las víctimas. Un día después, lo recorrerán los primeros visitantes. La plaza que rodea a las fuentes construidas en las huellas de las Torres Gemelas ya está casi terminada. Los nombres de quienes perdieron la vida en los atentados de 2001 y 1993 han sido inscriptos. Unos 200 robles crecen allí. Dos rascacielos de los cuatro en construcción ya hacen sombra. Y, alrededor, el barrio prospera a la par de las obras.

Como un ícono del renacimiento de Ground Zero, la Torre 1, que será la más alta de Estados Unidos, comienza a trazar una nueva línea en el cielo de Manhattan: sus 78 pisos construidos pueden verse ya desde Brooklyn, del otro lado del río. En 2009, ese edificio recibió un nuevo nombre. El simbólico "Torre Libertad" dio paso al más comercializable "1 World Trade Center", una decisión que algunos llamaron antipatriótica, y que refleja el cambio de paradigma que vive el lugar.

"Los neoyorquinos no necesitan una torre llamada Libertad. Los neoyorquinos necesitan saber que la construimos y que hay un lugar para ir y trabajar", sentenció Christopher O. Ward, director ejecutivo de la Porth Authority de Nueva York y Nueva Jersey, el organismo dueño del sitio, que ya firmó un contrato de alquiler para esa torre con Condé Nast, la editorial que publica The New Yorker y Vanity Fair , entre otras revistas.

Ward, que asumió su puesto en 2008, es una de las figuras clave detrás del resurgimiento de Ground Zero. Hasta su llegada, el esfuerzo hercúleo de la reconstrucción estuvo signado por retrasos. Las dolorosas tareas de limpieza, que implicaron remover escombros, pero también restos de víctimas, terminaron en mayo de 2002. Luego, la burocracia, los roces políticos y los cambios al proyecto original, de Daniel Libeskind, seleccionado en 2003, se mezclaron con los avatares de elegir, primero, y coordinar, después, los trabajos de desarrolladores y cientos de contratistas.

"Es Nueva York. Construir es un dolor de cabeza", resumió a La Nacion Michael Bracco, un ingeniero mecánico que trabaja en la construcción del sistema de calefacción de la Torre 1, donde, dice, hay más de 30 empresas involucradas.
Nuevos plazos

Para mediados de 2008, pese a los avances, el sitio todavía era puro cimientos, y lo único que sobresalía sobre el alambrado eran un puñado de grúas. Se creía que nada llegaría a ser inaugurado el mes próximo.

Ward redefinió plazos y presupuestos, y se comprometió con una meta: terminar el monumento a las víctimas a tiempo para el 10º aniversario. Hoy, el ejército de 3000 obreros que trabaja en doble turno allí le ha aportado vértigo al lugar. Cuatro años atrás, eran 600. Así, de las cinco torres que restan para completar la reconstrucción del World Trade Center, sólo están en veremos las obras en la ex torre del Deutsche Bank, ubicada frente al sitio hacia el sur. El museo y la gigantesca terminal de transportes que completan el lugar avanzan con rapidez.

El barrio también ha prosperado. Un informe difundido por la Downtown Alliance señaló que ahora hay 18 hoteles, contra seis en 2001. Y la suba de los alquileres, que superaron el pico alcanzado antes de la crisis financiera global, se aceleró en el último año.

Luego de la fatídica mañana del 11 septiembre de 2001, Joe, un director de construcción de 60 años, debió abandonar durante cinco meses su departamento de Battery Park, a unas cuadras de Ground Zero.

Días atrás, al lado del alambrado, cerca de la Torre 1, mientras mostraba a La Nacion fotos en su teléfono de la terminal de transportes que se levanta en las entrañas del lugar, donde trabaja, hablaba de los nuevos hoteles y restaurantes que se instalaron en el barrio, y sentenciaba: "Es más que volver a la normalidad. El barrio ha vuelto a los negocios".

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